¿Qué es el Montado?
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El montado es un sistema agro-silvo-pastoril gestionado a varios niveles – arbóreo, arbustivo y herbáceo – de acuerdo con las potencialidades de cada región.
El nivel arbóreo puede estar constituido por encinas como el alcornoque (Quercus suber), la encina (Q. rotundifolia) y, más raramente, el roble negro (Q. pyrenaica) y el roble cerquinho (Q. faginea), en formaciones puras o mixtas con una densidad variable. El sub-cobierto está ocupado por pastos aprovechados por el ganado o cultivado con cultivos herbáceos de secano en un sistema de rotación. Los pastos naturales pueden estar ocupados por matorrales, en mayor o menor proporción.
El ser humano es una parte integrante y fundamental de este ecosistema. Fue a través de su acción de labranza que se crearon los montados, desde que comenzó a intervenir en el medio natural que lo rodeaba. La gestión humana es necesaria, de una forma más o menos intensiva, para la conservación del montado. Sin esta intervención, el sistema evoluciona, naturalmente, hacia una formación tipo bosque, donde el hombre tiene dificultades para obtener recursos.
La forma en que se desarrolló este proceso de transformación del bosque mediterráneo ha influido definitivamente en la estructura de este sistema tal como se presenta hoy. Algunas prácticas antiguas aún permanecen, ya descontextualizadas, dificultando la adaptación del sistema a las formas actuales de explotación agrícola. Otras nuevas formas han surgido, algunas de ellas bien adaptadas a este sistema, y otras causando perturbaciones más o menos graves.
El montado es un sistema de uso del suelo que se desarrolla sobre un soporte físico que reúne factores climáticos, edáficos y geomorfológicos con características particulares; por esta razón, este ecosistema se restringe a un área tan limitada, en comparación con la ocupada por otros ecosistemas del planeta.
El soporte físico representa los recursos potencialmente disponibles para ser transformados por los componentes bióticos del sistema: en primer lugar la vegetación; en segundo lugar los herbívoros; luego los carnívoros; y, por último, el hombre, que se beneficia de todos ellos y que intenta maximizar los recursos de los que puede aprovecharse, de manera sostenible. En cuanto al clima, el montado se inserta en la región mediterránea, por lo que posee las siguientes características particulares: veranos cálidos a muy cálidos y secos que duran, al menos, tres meses y los inviernos son, por otro lado, húmedos y templados o fríos. La precipitación presenta una gran variabilidad intra e interanual, pudiendo variar entre 300 y 800 mm anualmente y concentrarse más en unas estaciones que en otras (esencialmente en primavera e invierno). Los valores de precipitación y las fechas de su ocurrencia condicionan, de manera muy significativa, la composición y cantidad del pasto y la disponibilidad de alimento para el ganado.
En las latitudes mediterráneas (30º – 40º) se siente alternadamente el efecto de los vientos húmedos provenientes del occidente (del mar), en invierno, aliviando el frío continental; y de los vientos secos y cálidos, en verano, asociados a las altas presiones subtropicales. Durante el invierno, la cuenca mediterránea también está sujeta a los vientos provenientes del Atlántico Norte. Estas masas de aire frío y húmedo se calientan al alcanzar el cálido mar mediterráneo, formando depresiones. Estas, a su vez, resultan en pequeños períodos de lluvias intensas, provocando una fácil erosión de las tierras. En verano, el anticiclón de los Azores se desplaza hacia el norte, mientras los vientos cálidos y secos ascienden desde la costa del Sahara (viento siroco).
En cuanto a los aspectos geomorfológicos, los montados ocupan, preferentemente, terrenos planos o de relieve suavemente ondulado. También pueden ocupar zonas de declive más pronunciado, pero en esa situación el riesgo de erosión del suelo es elevado, por lo que este debe estar cubierto con matorrales, en una estructura más naturalizada.
Diversos factores abióticos actúan de manera distinta para crear una gran diversidad de variantes en el sistema montado. Los declives y la escorrentía de nutrientes hacia las zonas más bajas, las diferentes exposiciones a la luz solar, los diversos tipos y profundidades del suelo, así como las distintas densidades de cobertura arbórea, se combinan con las intervenciones del hombre a lo largo de la historia, en términos de presión de pastoreo, ciclos de roturación y presiones de uso, para crear una extrema diversidad de patrones de montado. De esta variedad resulta un mosaico de sistemas estructuralmente y ecológicamente complementarios.
Los componentes bióticos del montado son la vegetación, estructurada en tres niveles: pastos, matorrales y arbolado; el suelo, el componente animal y el humano. Las especies animales que en general aprovechan los recursos del montado son: el ganado ovino, caprino, bovino, porcino y una serie de especies silvestres muchas veces con interés cinegético.
El cubierto vegetal de la región mediterránea está dominado por árboles y arbustos de hoja perenne. Estos poseen adaptaciones que buscan reducir las pérdidas de agua durante el verano cálido y seco – las hojas son pequeñas y duras, ocupando una pequeña superficie en relación con su volumen. Por otro lado, las herbáceas adoptan una estrategia de dormancia durante la estación seca, normalmente en forma de semillas, y adoptan diferentes formas de reserva subterránea de nutrientes – bulbos, cebollas y tallos subterráneos.
La vegetación es un componente de alta importancia en el sistema de montado. La dividimos en tres estratos, de acuerdo con la altura respecto al suelo, desempeñando funciones ecológicas distintas. El estrato arbóreo está constituido por especies como el alcornoque (Quercus suber), la encina (Q. rotundifolia) y, más raramente, el roble negro (Q. pyrenaica) y el roble cerquinho (Q. faginea), en formaciones puras o mixtas con una densidad variable y altitudes superiores a los 2 metros. El estrato arbóreo tiene en promedio una tasa de ocupación del suelo de alrededor de 60 árboles/ha, con una cobertura de 20 a 40%, pero estos valores pueden variar desde los montados menos densos hasta aquellos que presentan una tasa de cobertura del suelo del 100%.
El estrato arbustivo está constituido por especies leñosas en formaciones más o menos densas, ramificándose desde el nivel del suelo en formas tendencialmente esféricas. El número de especies en este nivel aumenta sustancialmente, pero podemos citar, entre ellas, el jara (Q. coccifera), la carrasca (Q. lusitanica), el lentisco (Pistacia lentiscus), la mirto (Myrtus communis), el viburno (Viburnum timus), el madroño (Arbutus unedo), el romero (Rosmarinus officinalis), las cistáceas (Cistus sp.) y lavandas (Lavandula sp.), los tomillos (Thymus sp.), las breñas (Erica sp.), los tojos (Genista sp.), las gencianas (Retama sp.).
Por último, el estrato herbáceo ocupa el nivel más cercano al suelo, difícilmente superando los 40 centímetros. En este nivel, el número de especies aumenta drásticamente, permitiendo una adaptación del pasto a las diferentes cantidades y períodos pluviométricos verificados en cada año. En el montado, estos tres niveles de vegetación se gestionan para obtener un sistema abierto que posibilite el aprovechamiento máximo de la radiación incidente, para la producción de biomasa de alta calidad para el ganado.
Los suelos sobre los cuales se desarrollan los montados son, en general, pobres, con origen en materiales paleozóicos (granitos, gneises, esquistos, cuarzitos, etc.) o los derivados de su erosión (areniscas). Son esencialmente ácidos y neutros, pobres en nutrientes y con poca materia orgánica. Esta coincidencia con los suelos más pobres no significa que no sea posible el desarrollo de montados en suelos fértiles y ricos en nutrientes. Sin embargo, los suelos con estas características han sido, desde siempre, utilizados para cultivos de regadío u otros, de carácter más intensivo. Sin un papel relevante en este tipo de sistema y impidiendo incluso la plena explotación de cultivos de carácter más intensivo, los árboles fueron allí talados.
El montado es un sistema, de hecho, especialmente adaptado a los suelos menos fértiles, al permitir, donde otros cultivos no ofrecerían ningún rendimiento, la obtención de recursos de manera continuada, sin agotamiento, cuando se gestiona adecuadamente, del potencial de fertilidad del suelo.
Otra característica destacada de este sistema es estar orientado hacia una explotación multifuncional o integral para hacer frente a las constantes variaciones en las condiciones climáticas, que tanto afectan a los pastos y, en consecuencia, al ganado.
El aprovechamiento de los diversos estratos del paisaje incluye la utilización de los pastos naturales, altamente nutritivos, para la alimentación del ganado, de la rama del árbol con el mismo fin y de su fruto, que puede ser más o menos nutritivo y apreciado por las especies pastoreadas. Otro uso del sub-cobierto es la cerealicultura, actividad que adquirió un carácter de máxima intensidad durante las campañas de trigo de los años 30 y 40, pero que, según el período, ha alternado con el uso pastoril conforme a las necesidades del montado y las coyunturas social y económica.
El aprovechamiento del estrato arbóreo está altamente dependiente de las especies presentes, que conducen al sistema a sub-sistemas con vocaciones distintas. La bellota de la encina es el fruto más nutritivo y apreciado por los animales y también por las personas, por lo que la presencia de esta especie favorece una utilización ganadera. Cuando el alcornoque es el árbol dominante, el escenario cambia, ya que la explotación que adquiere mayor importancia es la de la corcho que, debido a sus características inusuales de elasticidad, aislamiento térmico y acústico y a la variedad de sus aplicaciones, alcanza elevados precios de mercado. Las explotaciones ganaderas o agrícolas se convierten entonces en actividades de menor importancia, especialmente en lo que se refiere a la ganadería, dado que la bellota de este árbol tiene menor interés nutritivo, es más amarga y está sujeta a producciones más irregulares que las de la encina.
El estrato arbustivo es, por norma, controlado por el ganado o las herramientas agrícolas, al impedir el acceso del ganado a los pastos, reducir las áreas cultivables, dificultar el acceso del hombre a los árboles para las actividades de poda y extracción de corcho, empeorar la calidad del corcho y la madera al dificultar el desarrollo de un tronco recto, y ser responsable de una propagación más fácil de incendios y enfermedades.
Sin embargo, el matorral tiene un papel importante al reducir las altas temperaturas que se sienten, en el período estival, a nivel del suelo, proporcionando así las condiciones para la germinación de los frutos de los árboles y facilitando, de este modo, la regeneración del sistema. Después de la germinación, los arbustos aún protegen los jóvenes árboles de la acción del pastoreo. Este estrato se presta a otros usos, que son complementarios a los ejercidos en el montado, como la apicultura, la explotación de plantas medicinales y frutos silvestres, y la caza. Así, y aunque las zonas de matorral suelen ser consideradas como una degradación del sistema, son fundamentales para la renovación del montado y para un uso más completo y sustentado de los recursos del paisaje.
El Montado posee, además, debido a su complejidad biológica, una alta diversidad faunística y florística. Constituye una región de alimento y descanso para muchas aves migratorias y diversas especies de murciélagos. Esta riqueza biológica es un indicador de buena adaptación del sistema al medio natural y también de su resiliencia.
En la actualidad, el Montado ocupa grandes extensiones en Salamanca, Extremadura, Alto y Bajo Alentejo, Andalucía occidental y, de manera más puntual, en Castilla-La Mancha, Castilla y León y Madrid. La superficie ocupada por estos montados alcanza los 2 a 2,5 millones de hectáreas, de las cuales casi el 75% corresponden a territorio español y el resto a los montados portugueses.